En el ocaso que dibujaron las décadas de los años 70 y 80, surgió un ideario no escrito de cómo debía ir la perfecta secretaria a la oficina. Además de anteponer la falda de lápiz a unos cómodos pantalones, o siempre elevarse sobre unos zapatos de salón con un mínimo de cinco centímetros, hubo una prenda que abanderó a toda esta legión de mujeres que representaron la incorporación femenina al trabajo en pleno ‘baby boom’.
Fuente: elpais.com