Quien haya crecido a principios de los 2000, quizás recuerde llevarla con frecuencia para ir a la facultad o los viernes en la ruta de bares. Carne de mercadillos y tiendas de segunda mano, la chaqueta o sobrecamisa guerrillera pasó del absoluto anonimato en manos de activistas –y algún seguidor de la estética militar– a convertirse en una prenda de absoluta tendencia, que marcas entonces de culto como Topshop no se cansaron de replicar.
Fuente: elpais.com